lunes, julio 31, 2006

UN DÍA DE PLAYA

El calor que tengo no me deja dormir. Tras que ya vengo durmiendo horrible, encima esto. Así que me traje la compu al cuarto y acá estoy, en la cama con el ventilador encima y tratado de levitar para no tocar ninguna tela con mi cuerpo, cosa de tener menos calor.
Hoy fue mi último día libre por unos días, porque mañana regresa Lautaro (por suerte, porque lo extraño) y yo, por lo tanto, vuelvo a mis tareas de niñera. Entonces, para aprovechar y teniendo en cuenta el calor que hacía, decidí ir a conocer The Beaches que, como su nombre lo indica, es una zona donde hay playas. En realidad mucho no conocí porque me bajé del colectivo en la playa y ahí me instalé; no recorrí nada.
Miré durante un rato en qué lugar me podía instalar, y tras dudar un poco sobre si me convenía o no el lugar que elegí, finalmente extendí mi toalla y apoyé mi traste. Uds. querrán saber por qué dudé. Simple. Había una abuela gorda con una nieta gorda y tenían pinta de gritonas. Sin embargo, no le di lugar a mis prejuicios y me instalé. Mal, muy mal, María. A los dos minutos de estar ahí, mientras me ponía el protector en la cara, la gorda mayor, por supuesto, gritó: "Excuse me, madam... Madam...!". Me doy vuelta y era a mí a quien se dirigía. Quería saber si tenía una gomita para el pelo extra para la nietita. "No, sorry". Respondí. "Le dije que trajera una, pero no me hizo caso". "mmm". "Uy, ya me veo que se la pasa hablándome". Terminé de ponerme el protector y otra vez grita. Esta vez se dirigía a su nieta a la que le ofrecía algo que tenía en un paquete. La niña, gritando, rechazó la oferta. Acto seguido, me ofrece a mí. Eran unos maníes. Yo no quería y aunque hubiera querido, lo único que deseaba en ese momento era que la gorda mayor se callara la boca. Me insistió varias veces y todas le dije que no. Por un momento pensé inventarle que era alérgica al maní, cosa común acá, pero me dije "no, no, María. Seguro que tiene un pariente que también lo es y eso va a ser motivo de conversación." Momentos después, la gordita, que no había querido el maní, la empezó a cuestionar a la abuela sobre cuánta plata tenía encima porque quería comer algo. "Gastemos 40 dólares", le decía la pequeña gritona. Finalmente, se fue a comprar algo. Al rato, aparece caminando por la orilla un chico con un cachorro de ovejero alemán y la pequeña preguntó si lo podía tocar y le dio de comer un pan. Después le tiró un segundo pedazo que el dueño no dejó que comiera. Consecuencia: Se avalanzaron cien gaviotas chillando a querer ese pedazo de pan. Me sobrevolaron y se me instalaron y me chillaron en la cara. Les quería tirar un piedrazo. Por suerte se fueron y no atentaron contra mí, es decir, no me cagaron, cosa que temía enormemente.

Me estoy quedando sin batería y no tengo ganas de ir a enchufar, así que seguiré mañana con el relato.